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José Beneroso Santos

(Historiador-Investigador)

Introducción de D. José Beneroso, doctor en Historia, a la conferencia titulada «El atlas rojo: La cartografía soviética en el Campo de Gibraltar», impartida por D. Agustín Villar, subdirector del área de Infraestructuras de Información del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, el día 10 de abril de 2024 en La Línea de la Concepción.

Buenas tardes.

Es para mí un honor y siento un gran placer en acompañar a mi querido amigo y admirado geógrafo Agustín Villar, compañero de mil aventuras académicas y al que me unen lazos afectivos y de buena convivencia, retomando así, en cierto modo, las actividades académicas del taller de Historia en el Ateneo.

El tema que nos trae D. Agustín, una conferencia titulada: «El atlas rojo. La cartografía soviética en el Campo de Gibraltar», es sumamente atractivo y así se lo hice saber cuando tuve noticias de ello. Un tema sorprendente y novedoso, y al que intentaré contextualizar.

Sin duda, la conferencia de Potsdam en el verano de 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial prácticamente acababa, marcó un antes y un después en las relaciones político-económicas en Europa. En esta conferencia participaron los máximos dirigentes de las tres grandes potencias aliadas. Así, por Estados Unidos estuvo Harry Truman, por la Unión Soviética, Iósif Stalin y por Reino Unido, primero Winston Churchill y luego Clement Attlee. Entre lo acordado en esa conferencia aparecía que Alemania quedase dividida. También, a partir de ese momento una serie de países del este de Europa quedaba bajo la tutela política rusa, surgiendo dos bloques bien definidos y dando paso poco después a lo que es conocido como «Guerra Fría», un periodo que transcurre desde esta fecha hasta la caída de la URSS en 1991.

Además, en Potsdam el régimen del general Franco recibió, algo que suele ser silenciado, la aquiescencia de Winston Churchill en contra de la opinión de Iósif Stalin que propuso lo contario; acabar con todo lo referente al militar golpista español. Para Churchill, Franco pasaba a ser un paladín contra el comunismo, un activo político para evitar la propagación ideológica comunista, preservando así los importantes intereses británicos —que no aliados—, en España; sin embargo, Stalin consideraba un peligro dejar «vivo» un régimen de corte fascista como era el español en ese momento.

En Potsdam también se empezó a hablar de armamento nuclear, y se inicia una carrera por la supremacía mundial entre Estados Unidos y la URSS, que si bien, en teoría y aparentemente, estaban en paz, la realidad era otra muy distinta, con unas relaciones tensionadas que fueron aumentando de forma progresiva. Las décadas siguientes a la firma del tratado vinieron caracterizadas por una agresiva y costosa competencia armamentística que derivaron en sangrientas guerras tuteladas por ambos países en América Latina, África y Asia, y por una competencia en el dominio económico mundial entre los gobiernos capitalistas liderados por Estados Unidos, donde aparecían como socios preferentes, Reino Unido y Francia, y el comunista liderado por la URSS, al que se le une la China de Mao Tse Tung, una figura  que va tomando cada vez más relevancia en el panorama político mundial. Esta política tensionada y de bloques trajo como consecuencia la Guerra de Corea, donde Estados Unidos por un lado y la URSS y la China comunista, tomaron partido por la República de Corea y por la República Popular Democrática de Corea respectivamente, manteniendo de forma manifiesta y sin tapujos posiciones enfrentadas.

Este conflicto cambió la dinámica política y militar a niveles mundiales antes desconocidos. La política de los bloques separó también físicamente capitalismo y comunismo. Una separación que tuvo como principales baluartes dos organizaciones que reforzaban las barreras ideológica y militar: la OTAN y el Pacto de Varsovia.

Como consecuencia también de lo tratado en Potsdam, a nuestro país no se le permitió entrar en la ONU por la oposición directa y aguerrida de Reino Unido, Estados Unidos y la URSS. También quedó fuera de todo tipo de ayudas económicas. El Plan Marshall, que representaba 13000 millones de dólares de la época pasaron de largo por nuestra puerta, cuando en la España de la postguerra se pasaba muchísima hambre. En Potsdam es evidente no solo se condenó al régimen de Franco, sino que también a la población española, algo de lo que se deben avergonzar las potencias occidentales.

1954 fue un año clave en la historia de las relaciones mundiales, ya que Mao Tse Tung había accedido al poder en China, tras terminar el conflicto en Corea. Pero además, en un ámbito más cercano a nosotros, en el Mediterráneo, se producen una serie de hechos que cambian el panorama político de la zona. Así, en Marruecos se firma el manifiesto de Independencia; Francia queda bastante afectada tras la derrota en Indochina; España recibe ayuda, en forma de limosna, de Estados Unidos, un primer envío de armas como consecuencia de los Pactos de Madrid de 1953, en los que se acuerda la instalación de bases norteamericanas en España; cuatro aéreas y una naval, la de Rota, luego vendrían los 1500 millones de dólares y el envío masivo de leche en polvo al pueblo español que fue repartida entre otros organismos por Cáritas. Unos repartos que en cada población tuvo sus propias «particularidades». Fueron los de Madrid, unos pactos que Franco quiso utilizar para entrar en Europa por la puerta de atrás y en el que, al parecer, quedó fijado el compromiso secreto, más bien un señuelo, de que Estados Unidos abogaría ante el Consejo de Naciones Unidas por la devolución de Gibraltar a España, aunque eso sí, como base norteamericana y con una ocupación de carácter temporal. En realidad, estos pactos y el concordato firmado días antes con el Vaticano devolvieron en cierto modo a España a Occidente. Pero la situación política dio un giro cuando la familia real británica visita Gibraltar durante el conocido Royal Tour. Este hecho marcó un antes y un después en las relaciones del general Franco con Gibraltar, dejándonos nuevamente fuera de Europa.

Otro punto de inflexión en las relaciones de los dos bloques fue la conocida crisis de los misiles en 1962 cuando Estados Unidos tiene conocimiento del despliegue de misiles nucleares de alcance medio del ejército soviético en Cuba. Nunca se ha estado más cerca que esos días de octubre de un conflicto nuclear.

En los años sesenta el Mediterráneo, por su posición estratégica, pasa a ser escenario de nuevas tensiones entre Estados Unidos y Reino Unido por una parte y la URSS por otra. Son frecuentes las maniobras de la OTAN en sus aguas penetrando con frecuencia su flota en el Mar Negro, lo que incomoda al Kremlin, e igualmente la Casa Blanca se preocupa por la progresiva expansión naval soviética en el Mediterráneo. Los soviéticos buscan nuevas bases, y puntos de abastecimiento, llevando a cabo una política de acercamiento a los países ribereños y realizando tareas de espionaje.

Las acciones bélicas en Oriente Medio durante 1967 y la ocupación de las calles de Praga en agosto de 1968 acentuaron todavía más la tensión existente entre ambos bloques en el Mediterráneo. En abril de 1969 una flota soviética atravesaba el Estrecho desde el Atlántico al Mediterráneo. El portahelicópteros Moskvá iba al frente al encuentro del portaviones mixto Leningradno que venía desde el Mar Negro; se trataba de unas maniobras navales, pero desde luego intimidatorias ante otras maniobras que realizaba la OTAN, denominada Dawn Patrol, en las que participaba la Sexta Flota norteamericana, con unidades navales muy potentes —apareciendo como insignias de la flota dos destructores; el Dyess y el Turner— y la Mediterranean Fleet británica.

Ya en ese momento los soviéticos contemplaban una acción directa en el Mediterráneo que les permitiese tener algún tipo de control sobre la zona. De hecho los buques soviéticos utilizaban fondeaderos en lugares bien protegidos —todos en aguas internacionales—, para reparaciones, aprovisionamiento y repostaje, pero también en otras zonas, en las aguas jurisdiccionales de determinados países,  entre las que destacamos las costas argelinas; el mar de Alborán, e incluso en el propio Gibraltar, un asunto que es por mi parte motivo de investigación, porque varias compañías de combustible con sede en el Peñón proporcionaron la cobertura necesaria a los soviéticos, desoyendo las consignas de Londres. Igualmente se permitió la llegada de navíos rusos camuflados de barcos mercantes al puerto de Gibraltar sin ningún tipo de control, ni vigilancia, como conocemos a través de los testimonios de varios trabajadores españoles que realizaban tareas en las instalaciones portuarias. Como curiosidad, es de destacar que era frecuente ver a marineros rusos accediendo a los comercios de la ciudad realizando operaciones de trueque al no disponer de dinero. Cámaras de fotos, en su mayoría de las marcas Leica y Zenit, eran utilizadas como moneda de cambio. Madrid estuvo al corriente de estas visitas a través de los informes que facilitaba Falange de La Línea, una información que en algún momento fue trasladada a través de Gómez Beare directamente al embajador británico en Madrid.

Desde luego, es evidente, que a finales de los sesenta el vicealmirante Smirnof al mando de la flota soviética que operaba en el Mediterráneo buscaba nuevas bases y puertos para hacer escala. Es conocido como se acerca a Argelia, tras su independencia, donde Charles de Gaulle había renunciado a mantener una base naval. Los barcos de guerra rusos y los pesqueros que realizaban tareas de espionaje acechaban en todo momento a estadounidenses y británicos. Los submarinos rusos operaban desde hacía años en el Estrecho vigilando las entradas y salidas, sobre todo de los portaviones, de Gibraltar. También desde Ceuta se emitían con frecuencia comunicados oficiales en los que se advertía de la presencia de destructores rusos en las inmediaciones del Estrecho.

Pero a finales de los años sesenta las relaciones bilaterales entre España y la URSS habían cambiado. La ideología y la política pasaron a un segundo plano, priorizando la colaboración en el ámbito económico. Se firman varios acuerdos sobre el transporte marítimo que permitieron a la URSS desplegar su flota pesquera en las islas Canarias, y de forma encubierta recibir el imprescindible abastecimiento para su flota naval. En 1972 fue firmado un acuerdo comercial, y finalmente en 1977 se restablecieron las relaciones diplomáticas.

Así es a principios de los años setenta, donde se debe contextualizar la realización de los mapas de los que nuestro conferenciante nos va a hablar esta tarde. El interés soviético por conocer con detalle la región mediterránea iba en aumento, en concreto por el área del Estrecho. Una zona que siempre tuvo un gran valor estratégico-militar y que de nuevo adquiere un gran protagonismo por la peligrosa competencia entre las grandes potencias.

Bien no quiero restarle más tiempo a la conferencia de mi querido amigo Agustín, y le cedo la palabra, no sin antes agradecerle por tenderle la mano a nuestro taller de Historia y depositar su confianza en este Ateneo que con tanta expectación le espera.

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