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José Beneroso Santos

(Historiador-Investigador)

Algunas notas sobre la represión en La Línea durante la Guerra Civil española.

Se me ha pedido por parte del Foro por la Memoria Histórica del Campo de Gibraltar que diese, como historiador, mi opinión sobre la represión sufrida en La Línea de la Concepción durante la Guerra Civil española, en particular en el trágico y dramático verano de 1936.

Es conocido que en aquel momento se vivía en el país una situación bastante convulsa e inestable y en plena ebullición social, con unas posturas políticas fuertemente radicalizadas y una cada vez más manifiesta injerencia extranjera por parte de varios países con importantes intereses político-sociales, pero sobre todo económicos, que a la postre resultó ser decisiva.

Los sucesos de octubre de 1934 ya habían provocado, en cierto modo, la quiebra del sistema republicano. El radicalismo de un amplio sector de la Izquierda bajo postulados en defensa de una revolución social semejante a la bolchevique, y la postura de gran parte de la Derecha en cuanto a presentar y desarrollar un movimiento fascista nacional tomando como modelo los ya existentes en Europa, fueron dos factores cada vez más evidentes. La injustificable intervención militar fue el catalizador del conflicto. Si a todo esto unimos los señalados intereses extranjeros existentes se entró en un proceso, ya irreversible tras las elecciones de febrero, que arrastró meses después, julio de 1936, al país a la guerra.

En esas fechas, La Línea era la ciudad más poblada del Campo de Gibraltar, con cerca de 36000 habitantes. Sin haber sido escenario de acciones de guerras relevantes, aunque sí hubo algunos enfrentamientos —la mayoría pocos conocidos, por cierto—, sufrió una dura represión desde los primeros momentos del levantamiento militar por parte de los sublevados.  

La presencia militar en La Línea fue constante durante toda la guerra. De hecho, las tropas del general Franco se acercaban a avituallarse a la ciudad donde adquirían víveres y todo tipo de impedimenta, impedimenta que era conseguida de empresarios gibraltareños y traída desde Gibraltar. Además, en La Línea se reagrupaban restos de compañías venidas de los frentes formando nuevos cuerpos de ejército y reenviándolos de nuevo al combate.

Hay que tener presente que La Línea formó parte de la primera retaguardia del general Franco en la Península, y como tal fue contemplada en términos militares. Esta condición de retaguardia, con la presencia de Gibraltar a la espalda condicionó el desarrollo de la guerra en la ciudad.  De hecho, la primera noticia del levantamiento militar en Melilla, es conocida en La Línea a través de los trabajadores españoles que regresaban de trabajar en Gibraltar la misma tarde del viernes 17 de julio.

Al poco tiempo, tras haber secundado definitivamente el golpe la guarnición del cuartel Ballesteros, la presencia de elementos derechistas en las calles se hizo notar pronto mediante acciones violentas y represivas contra la población civil por parte de un considerable número de ellos. Una población civil en su mayoría indefensa y aterrada, puesto que la más reivindicativa, en su mayoría militantes, activistas y gente muy comprometida con la causa republicana —la que no se pudo ocultar en sótanos, covachas, almacenes o corrales, permaneciendo así durante años—, marchó fuera de la ciudad, parte de la cual buscó refugio, al menos de forma provisional, en Gibraltar.

Sobre esta cuestión en particular, como en tantas otras, queda mucho por dilucidar. Es cierto que muchas personas pudieron huir y encontrar refugio en la vecina Gibraltar a pesar del rechazo de las autoridades británicas y de un sector importante de empresarios que se oponían a la acogida. Algunas de estas personas tuvieron connivencia con los dignatarios y jefecillos sublevados españoles, ayudando y participando directamente en la represión de los refugiados acogidos en Gibraltar. Muchos de éstos, que habían sido alojados en el campo de refugiados de Victoria Gardens, fueron arrancados de sus lechos al amparo de la noche para ser conducidos a la frontera y ser entregados a piquetes de Falange argumentando que eran agitadores bolcheviques y un peligro social, y de allí, directamente, a las tapias del cementerio. Solo la actuación de una parte importante de la población civil gibraltareña, esquivando las disposiciones británicas, logró poner a salvo a gran cantidad de refugiados españoles.

En La Línea, el papel jugado por las fuerzas paramilitares, tanto de Falange, en un mayor número, como del Requeté, fue determinante en la brutal represión sufrida en la ciudad, adquiriendo ambas formaciones un siniestro protagonismo. A destacados personajes de éstas no les tembló el pulso a la hora de ejecutar a los que eran considerados, sin juicio, o por medio de una farsa de juicio, peligrosos agentes comunistas y que, cínicamente, eran considerados «rebeldes», cuando en muchos casos lo que en realidad no era aceptado es que hubiesen tenido la osadía de haber aprendido a leer.

 Aquel triste y dramático verano quedó perpetuado en la memoria colectiva de los linenses y pasaron años en que muchísimos círculos y senos familiares ni siquiera se hablase del tema. Todo fue condenado al olvido, obligado por la represión de los opresores, una represión que no acabó con aquel parte de guerra del 1 de abril de 1939. Muchos padres, madres, hijos…, viudos, viudas, huérfanos…, quedaron a su suerte, y fueron considerados proscritos por el simple hecho de estar vinculados a los que desde la prensa de Gibraltar y desde los primeros días de la guerra se les comenzó a llamar «rojos». Gente que tuvo que convivir con los verdugos de sus familiares sin el más mínimo gesto de rechazo y con absoluta resignación. Fueron frecuentes los abusos en la frontera a los familiares de represaliados y desafectos al régimen dictatorial impuesto por el general Franco, abusos acallados por las amenazas de las ya entonces fuerzas policiales del Dictador que además realizaban una vigilancia arbitraria y discriminatoria. El dolor y el silencio fueron durante años signos distintivos de muchas familias linenses.

 Muchos de los asesinatos, porque en su mayoría, repito, no tuvieron juicio previo ni acusación contemplada en el derecho penal vigente en esas fechas, fueron causados por el odio y el rencor, la mentira o por rencillas en su mayoría vecinales o familiares. Además, ciudadanos sin adscripción política anterior conocida y manifiesta, armados, y ahora militando en Falange, hicieron estallar toda la violencia contenida por diferentes causas distintas a las ideológicas o políticas.  

Conflictos y disputas cotidianas como problemas de lindes, pastos, caladeros, pozos, turnos para riegos, deudas… fueron suficientes para mostrar una violencia desconocida hasta la fecha en el entorno civil y para que fueran asesinadas grandes cantidades de personas. Para ser detenido y apresado, era suficiente el hecho de pertenecer a un partido, estar afiliado a un sindicato o ser miembro de alguna asociación corporativa, o incluso simplemente el hecho de haber votado en las elecciones de febrero del 36. Recordemos que en La Línea ganó el Frente Popular de forma clara y contundente, aunque sí es cierto, muchas veces se olvida, que la Derecha tenía un número importante de militantes y simpatizantes en la ciudad.

Por lo tanto, ocurrió al contrario que en otras poblaciones, como en la cercana San Roque, donde sí hubo represión por parte de ambos bandos. Aquí en la Línea la represión solo fue ejercida por uno de ellos, el de los sublevados, aunque en rigor hay que señalar la existencia de algunos casos muy concretos y puntuales llevados a cabo por los gubernamentales y que en la actualidad están siendo investigados.

Quienes me conocéis, sabéis que evito cualquier posicionamiento político, actitud que a mi parecer todo historiador que se precie debe observar, para estudiar y analizar la historia de la forma más objetiva posible, ateniéndose rigurosamente a los hechos y, cuando es posible, contrastándolos a través de las fuentes, sean éstas de carácter documental o arqueológico.

Han transcurrido más de ochenta años de la finalización de la guerra y más de cuarenta de la desaparición del Dictador y el regreso de la democracia. Tiempo suficiente para haber madurado y ser capaces de estudiar y analizar la Guerra Civil española sin crispaciones ideológicas ni sesgos políticos, con claridad y sin complejos. Y esto debe ser tratado así por los historiadores al margen del abundante discurso de los políticos. 

Actuaciones como esta que se va a desarrollar en La Línea, la búsqueda de fosas comunes en el cementerio de La Línea a través de una serie de sondeos y catas que un equipo de arqueólogos va a realizar financiado por la Diputación Provincial de Cádiz, además de que para un sector importante de la sociedad es un acto de justicia y reparación, es de forma manifiesta una ocasión de dar voz a los que en historia denominamos «los sin voz», personas corrientes que no fueron personajes públicos ni destacaron por hechos históricos de relevancia, pero que, sin embargo, fueron los verdaderos protagonistas de la Historia, los que realmente hicieron posible, con su esfuerzo, su tesón y a veces con su sangre este mundo en el que vivimos. Sin sus acciones nada hubiese sido posible.

Localizar e identificar a todas las víctimas además de un acto de justicia, es una obligación moral de la sociedad. Hay que ponerles nombres y apellidos tanto a las víctimas como a sus verdugos, para que sean conocidos por las generaciones venideras, y que sea la propia Historia la que los juzguen.

En este sentido y por esta razón la labor de los historiadores, de investigadores, archiveros o bibliotecarios locales, es fundamental. Sin su participación, sin sus aportaciones, se corre el riesgo de ofrecer una versión sesgada, a veces malintencionada, de los hechos históricos acaecidos, y en concreto en el debatido tema de la represión en la Guerra civil española y en la Postguerra. Me alegra que, después de años de espera, se aborde lo sucedido en La Línea con respecto a esta cuestión.

Siempre he mantenido que un historiador debe tener la obligación y la firme aspiración de ser riguroso y veraz en la investigación histórica. Y no siempre he compartido algunas de las actuaciones que se han realizado, tanto de forma como de fondo, en relación con la Guerra Civil española y la Postguerra. No obstante, en esta ocasión, apoyo esta intervención que considero necesaria desde el punto de vista de la investigación histórica: necesaria, y hasta diría que indispensable para desvelar detalles y rellenar lagunas cognitivas de nuestra historia más inmediata y luctuosa. Repito, mi visión de toda esta cuestión difiere en algunos aspectos de las posiciones políticas actuales, pero aun así ofrezco mi modesta ayuda para lo que sea necesario en pro de conocer lo sucedido y siempre en el ámbito de la investigación histórica.

Queda una ardua labor por delante, un minucioso análisis de los hechos acaecidos. Existe un compromiso, independientemente de los vientos políticos que soplen, con la verdad y la justicia hacia quienes perdieron la vida en esa maldita guerra entre españoles. Conocer y explicar el pasado para comprender el presente es crucial para que las injusticias cometidas no sigan condicionando nuestro futuro y para que el terror fratricida nunca más vuelva a aparecer.

La Guerra Civil española es un tema que cuenta con una amplia bibliografía, pero en muchos aspectos, es todavía, prácticamente desconocida. Políticos, militares, empresarios, clérigos…, han ocultado la verdad de lo ocurrido. Es hora de dejar zanjadas, de una vez y de forma definitiva, cuestiones que se han enquistados durante años. Es preciso cerrar cuanto antes de una vez y para siempre, las heridas de la guerra, que parecen últimamente haberse reabiertos, aunque en realidad nunca llegaron a cerrarse del todo. No podemos continuar causándonos como sociedad más daño del que ya nos hizo esa guerra. Creo que tenemos la suficiente madurez colectiva para tratar este dramático acontecimiento con la necesaria perspectiva histórica y superarla. Nuestros abuelos, nuestros padres, nuestros hijos y nietos se lo merecen. Aquellos que dieron su vida por el país que hoy conocemos tienen que saber que su sacrificio no fue en vano y que hoy gracias a ellos podemos mirar al futuro con más optimismo y sobre todo con libertad. Quede finalmente de manifiesto mi felicitación por la iniciativa en curso.

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